2.2. El pesimismo social galtoniano

El darwinismo social ejerció una influencia nada desdeñable durante una buena parte del siglo XX, e incluso puede ser reconocido en la sociobiología actual. Esta influencia fue paralela a la del pensamiento eugenésico, con puntos comunes derivados de compartir la misma inspiración en la obra de Darwin. Sin embargo, la eugenesia de Galton y el darwinismo social de Spencer muestran diferencias notables que es interesante destacar.
Galton también era un defensor del progreso. En su obra sobre la historia de la eugenesia, Kevles dirá de él: “Francis Galton, ignorando el futuro, equiparaba con confianza ciencia y progreso” (Kevles, 1986, p.11). Pero a diferencia de Spencer, su pensamiento era marcadamente pesimista. Ya hemos comentado que estaba persuadido estaba degenerando debido a que los mejores elementos se reproducían a una tasa sensiblemente inferior a la de las clases “inferiores”. Era este pesimismo el que le llevó a proponer la doctrina eugenésica como la única forma para que la humanidad pudiese avanzar por la vía del progreso. La eugenesia aseguraría la evolución biológica y social de la especie humana y con ello el progreso de la misma.
A diferencia del darwinismo social, que era defendido por liberales convencidos de que la injerencia estatal distorsionaría el mecanismo de selección natural y dificultaría en consecuencia la evolución de los mejor adaptados, la eugenesia de Galton exigía para su puesta en práctica la acción del poder del Estado. Debían promulgarse leyes que impidiesen la reproducción de los peor dotados e impulsasen que las clases más elevadas procreasen en mayor medida.
Partiendo de postulados biológicos muy parecidos, los eugenistas y los darvinistas sociales llegaban a propuestas políticas muy diferentes. Aunque Galton abogaba por la educación y la persuasión, creía que si éstas no lograban su objetivo sería necesaria la coacción social por parte de las autoridades con capacidad y poder para imponer las medidas eugenésicas. La experiencia histórica se encargó de demostrar que aún en las sociedades más liberales y democráticas las prácticas eugenésicas se basaron siempre en la represión y en la violación de los derechos de las personas que se vieron condenadas a sufrirlas. Como ha dicho Peter Medawar, “no se puede practicar un régimen de mejoramiento genético en el marco de una sociedad que respete los derechos individuales” (Medawar, 1993, p. 116).

Niñas internas en la colonia de Lynchburg. Todas ellas fueron esterilizadas sin su consentimiento, por el único de tener un coeficiente de inteligencia inferior al resto de niñas de su edad.


Desde el punto de vista biológico existía otra diferencia notable entre Spencer y Galton. Éste último era absolutamente contrario a la herencia de los caracteres adquiridos. Hemos comentado cómo, en colaboración con Darwin, realizó una serie de experimentos de transfusiones sanguíneas en conejos para probar la hipótesis de la pangénesis darviniana y que los resultados negativos de los mismos le reafirmaron en su opinión contraria a la herencia de los caracteres adquiridos. El pesimismo de su pensamiento eugeénesico tiene una estrecha relación con esta creencia. Por el contrario, para Spencer la mejora de los individuos podía realizarse mediante la competencia y la lucha por la supervivencia, lo que s etraducía en la adquisición de caracteres que se trasmitían a los descendientes. No era necesaria una intervención selectiva externa para garantizar la mejora. Ésta se derivaba automáticamente del esfuerzo y la adaptación individual.
Tanto el darwinismo social como la eugenesia gozaron de popularidad y mantienen defensores en la actualidad. Sin embargo, desde el punto de vista de justificar una determinada línea de acción política, ha sido la eugenesia la que a lo largo de estos más de cien años ha mantenido una mayor vigencia. Aunque desde un punto de vista biológico-social siguen existiendo darvinistas sociales como los sociobiólogos, las políticas neoliberales que tan en boga están en la actualidad no son defendidas desde un punto de vista darviniano, sino desde postulados políticos o económicos que no buscan legitimación en la acción de la selección natural darviniana. En este sentido el pensamiento original de Spencer ha perdido prácticamente toda su vigencia, aunque en los años cincuenta John D. Rockefeller aún argumentaba que el éxito en la empresa era un problema de selección natural: “la ampliación de un negocio está únicamente regida por la supervivencia del más apto […] por obra de una ley natural y divina” (Hofstadter, 1955, p.45)

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